jueves, 11 de noviembre de 2010

LA MUÑECA DE TRAPO.


Terminando de empacar las cosas para por fin mudarme, me decidí a correr el piano del abuelo. Me acuerdo que él jamás me dejaba tocarlo, era sagrado y si alguna vez me veía apenas apoyar un pulgar sobre él, mi nono Gaspar había jurado nunca más comprarme esas figuritas hermosas de Sara Kay que se vendían en mi época. Pero mi abuelo lamentablemente ya no estaba más con nosotros y las figus de Sara Kay, solo las tenían en su poder los coleccionistas, asi que me animé a correr el piano despacito. Lo fui moviendo de a poco, con mucho cuidado, y descubrí que detrás del glorioso e intocable instrumento se encontraba ella, llena de polvo, abandonada y descuidada. Mi muñeca de trapo que me había regalado para mi cumple mi primer novio Lucas, en segundo grado. Lizzie la llamaba, como mi bisabuelita. En realidad se llamaba Elizabeth pero todos la nombrabamos cariñosamente con ese apodo. La agarré, la abracé y de repente senti revivir cada momento que compartí cuando la llevaba a Lizzie en mi mano. Recuerdo que éramos inseparables, la llevaba a todos lados. Era como la hermana que siempre quise tener.
Fue tan extraño volver a sentir tan a fondo momentos que había olvidado por completo. Que raro esto de la memoria ¿no? la memoria hace que el pasado a veces, se transforme en presente. La memoria hace que esas cosas que fueron olvidadas revivan en momentos inesperados, oportunos. La memoria decide qué recordar y qué no. Dicen que la memoria es traicionera, pero yo creo que actúa en el momento en que se la necesita, actúa cuando debe hacerlo y hasta a veces nos protege, por eso no traiciona.
La memoria es una caja que guarda todas las huellas que fuimos dejando a lo largo del camino, de nuestra vida. Y si la memoria falla, o como dicen algunos, traiciona, para esos están nuestros objetos más preciados, más recordados, como un juguete, una joya, una foto, o un cuadro. Esas son pequeñas memorias que también guardan momentos. Que al abrirlos, al usarlos, al mirarlos, tocarlos o recordarlos nos llevan de viaje en el tiempo, nos llevan al pasado. Como una simple muñeca de trapo que al volver a llenarla de todo mi amor con un simple abrazo me hizo recordar lo feliz que fui, cuando era chiquitita.

ORNELLA DAMIANI.

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